28 de septiembre de 2011

Día 1: Para no morir

por Amárilis Pagán Jiménez

Abogada y Directora Ejecutiva de Proyecto Matria

El aborto es legal en Puerto Rico.  Sin embargo, esa legalidad no puede cegarnos a la hora de mirar el estado de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en nuestra Isla.

"Educación sexual para decidir. Anticonceptivos para no abortar. Aborto legal para no morir". (Campaña 28 de septiembre por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe).  El lema de esta campaña internacional reclama, más que nada, el derecho de las mujeres a vivir una vida plena y libre del yugo de la intromisión en sus cuerpos de grupos religiosos que cada vez con más insistencia desean imponer a las naciones sus creencias particulares. 

Está comprobado que la educación sexual es un pilar importante de cualquier política pública sobre prevención de embarazos.  Aún así, en nuestra Isla una carta de un obispo católico fue suficiente para anular la iniciativa del Departamento de Educación para establecer un programa de educación sexual efectivo en las escuelas públicas.  Como si, además, se hubiera querido consolar al obispo y a otros grupos religiosos que viven aterrorizados del cuerpo y la sexualidad humana, el Departamento de la Familia decidió iniciar una campaña de anti-educación sexual llamada “El verdadero amor espera” y utilizó como carta de presentación un vídeo plagado de estereotipos de género y clase social llamado “El laberinto de Yoli”.  Presentar la abstinencia como único medio de prevención de embarazos y enfermedades de transmisión sexual NO es educar.  Es alimentar el prejuicio y la ignorancia.  Es otra manifestación del estado teocrático en el cual nos hemos convertido en detrimento de los derechos humanos de jóvenes de ambos sexos.

Si la política pública es la de NO educar, imposible hablar del acceso a anticonceptivos.  El tradicional discrimen entre anticonceptivos y viagra no es algo nuevo y encarna perfectamente la idea de que la sexualidad es derecho de hombres y pecado de mujeres. 


Si consideramos como agravante el hecho de que enfrentamos una crisis de salud pública en la cual se opta por recortar los servicios ginecológicos y obstétricos, tenemos que concluir que si no nos educamos, nos embarazamos.  Y si nos embarazamos, nos quedamos solas con la barriga y la pobreza a cuestas, hijas abandonadas de los dioses que prefieren vernos morir.

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