21 de enero de 2013

Quién decide en su cuerpo

Por Tatiana Pérez Rivera /tperez@elnuevodia.com
publicado en endi.com


 (AP Photo/Andres Kudack)
“ Ah, ¿pero esto no es ilegal?”. La pregunta se repite durante la orientación a las mujeres de distintas edades que visitan clínicas de terminación de embarazos en Puerto Rico, con miras a practicarse un aborto.
Una decisión personal y privada, vinculada al funcionamiento del cuerpo femenino, a su salud, a los placeres o las dolencias que este experimenta puede tomarse libremente en Estados Unidos y sus territorios desde el 1973, año en que para ello sentó precedente el caso Roe vs. Wade. El mismo supuso una victoria para las luchas feministas que en la época perseguían alcanzar cambios en los roles tradicionales destinados a la mujer.
Puerto Rico, incluido en la definición, además cuenta con otro precedente local: Pueblo vs. Duarte, caso en el cual nuestro Tribunal Supremo no condenó en el 1980 el aborto a una menor y tampoco limitó la práctica por trimestres como propone Roe vs. Wade.
Cuarenta años cumple el caso que forzó la discusión del aborto como un asunto de salud pública en Estados Unidos. Que aquí una mujer tema hoy que al abortar hace algo ilegal demuestra que en cuatro décadas el asunto se ha discutido lo menos posible en la Isla y que el Estado envía mensajes contradictorios.
“Roe vs. Wade está malherido, pero está vigente porque le sigue garantizando a la mujer el derecho constitucional al aborto”, explica la abogada Patricia Otón Olivieri, presidenta de la junta directiva de Pro Familia, organización sin fines de lucro que ofrece servicios de aborto, planificación familiar y cuidado prenatal.
“Ahora cualquier restricción se analiza desde el punto de vista que no represente una carga indebida al ejercicio del derecho, es más subjetivo. En algunos estados se ha impuesto un tiempo de espera antes de que la mujer se practique un aborto”.
En Puerto Rico la contradicción radica en que, por un lado, el aborto es un derecho constitucional garantizado y, por el otro, explica la licenciada Otón, el Código Penal lo ha mantenido como delito, exceptuando el realizado por motivos de riesgos de salud y vida de la madre, entre otras.
“Para mí es letra muerta, pero tenemos un problema”, señala Otón, especialista en derechos sexuales y reproductivos, “porque confunde a la ciudadanía que el Gobierno mantenga vigente una prohibición que es inconstitucional. Se presta a que digan que el aborto es un delito, lo cual no es cierto. Como decía una colega, Alice Colón, ‘la legalidad no es suficiente’. Queda mucho por hacer”.
Lo mismo piensan otros sectores. Porque sucede que el mismo asunto aún se ve desde dos parcelas definidas y ubicadas en extremos contrarios: los que consideran que lo que lleva la mujer en el vientre, por decir, a las diez semanas de embarazo, es una vida versus los que destinan la palabra vida a los nacidos. Y si la palabra vida entra a la ecuación, las leyes religiosas se suman a la discusión.
“Dos generaciones ya se han criado desde esa decisión del Tribunal y muchos jóvenes dan por sentado que tienen derecho al aborto. Pero se están dando nuevas tomas de conciencia. Esa decisión fue un error trágico para la humanidad: hablamos de 55 millones de bebés asesinados desde el 1973 hasta hoy”, lamenta Eduardo García Rexach, abogado e integrante de la Alianza de Juristas Cristianos.
El jurista cristiano señala que en la Isla es difícil para el Gobierno hacer valer la prohibición en el Código Penal del aborto (autoinfligido o no realizado por médicos diestros), “porque a la hora de la verdad prevalece Roe vs. Wade” y agregó que debe legislar sobre el aborto.
“Sigue siendo un crimen”, dice, de otra parte, el reverendo William Hernández, presidente de la Fraternidad Pentecostal. “Yo sé que aquí la mayoría de las personas piensa que no es un asunto de elección, sino un abuso contra aquellos que no pueden defenderse. Nuestra meta es seguir concienciando a las nuevas generaciones”.
Su defensa va atada a la noción cristiana de la vida que sigue siendo materia de debate científico.
“Cuando la persona entiende que a ese feto ya Dios le infundió espíritu y alma, se dan cuenta de que no es simplemente una masa sin vida”, insiste Hernández.
Por eso el pastor subraya que debe comprenderse que la decisión “también le hace mal a la madre emocionalmente, porque toda su vida arrastra esa decisión”.
Para las que así se sienten, monseñor Wilfredo Peña instauró el Monumento de los No Nacidos en la Parroquia Santa Bernardita que lidera en Carolina. En entrevistas previas, el sacerdote ha comentado que el lugar es visitado por mujeres que no han hecho las paces con la decisión tomada.
Desde la iglesia, un grupo de feligreses ha gestado el Proyecto Raquel, el cual viabiliza la construcción de una residencia para albergar mujeres mientras estén embarazadas, con miras a evitar abortos.
Estos valores religiosos, que no ceden en la defensa del feto, contribuyen a que el aborto aún se perciba en la Isla “como una practica estigmatizada”, opina Carlos Rodríguez, catedrático auxiliar de la Escuela de Salud Pública del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico.
“Pero el hecho de que legalmente se viabilice la práctica ha provocado que las visiones hacia ella cambien. Aunque creas que algo es bueno no es lo mismo que sea legal, le quita un peso negativo”, declara el profesor Rodríguez.
“Yo creo que dos cosas han cambiado”, subraya positiva Norma Cartagena, coordinadora programática de la clínica IELLA, que ofrece servicios prenatales y abortos en Río Piedras.
“Primero, que algunos políticos se mantengan neutrales ante el tema del aborto es reconocer que un sector de la sociedad lo acepta. Segundo, aunque falta más información en la calle, la gente sabe que existimos, que no somos clínicas clandestinas. Quizá no lo quieren hablar, pero saben que damos un servicio seguro”, indica Cartagena.
Ocho clínicas privadas de terminación de embarazos están establecidas en la zona metropolitana. Las mismas son certificadas por el Departamento de Salud que les exige cumplir con parámetros de limpieza y seguridad, entre otros, para ofrecer el servicio. Todas realizan abortos entre las 12 y 16 semanas de gestación.
El poder de decidir
“Yo te aseguro una cosa, si quienes escribieran las leyes que regulan qué se hace en el cuerpo de la mujer pasaran los mismos procesos que ellas, las leyes serían muy distintas”, reflexiona el doctor Héctor Díaz, quien en su clínica situada en Bayamón practica abortos desde la década del sesenta.
Comenta que más de cuarenta años atrás, la terminación consistía de “interrupción (con medicamentos), inducción y curetaje”. A partir de la década del setenta se integró la máquina de succión de alta capacidad en el proceso.
Por un tiempo su usó el método químico RU-486, un “antagonista de la progesterona”, como lo describió Díaz, “y al esta ser bloqueada, la placenta no se desarrollaba”. Otros medicamentos como las tabletas Misoprostol y Citotex eran parte del proceso. Podía realizarse tan temprano como en las siete semanas de gestación.
Dificultades con el protocolo –se requería la colocación de varias pastillas– así como el alto costo de las mismas lograron que cayera en desuso. La aspiración es, desde entonces, el método estándar en la mayoría de las clínicas. A grandes rasgos, se vale de una máquina de succión a la que se conectan cánulas flexibles, con una abertura en su parte superior con las que se aspira el feto fuera del útero. Al finalizar se realiza un raspe en el útero.
El procedimiento dura entre cinco y ocho minutos. La anestesia utilizada es local y la sedación es opcional.
“Cuando estas pacientes llegan aquí, tienen lo que ellas llaman un problema. Han buscado todo tipo de solución y ya han asumido esa opción. Yo siempre hablo con ellas antes para asegurarme de que no están presionadas porque, si lo están, tranquilamente les digo ‘no te voy a atender’”, indica Díaz quien asegura que en “más de 200 mil procedimientos nunca he tenido una perforación de útero”.
“Porque, ¿sabes qué?, de esto se trata, de decidir qué hacer con tu cuerpo; que no te mande ni tu papá, ni tu mamá, ni el novio, ni el cura, ni el ministro. Este siempre es el último recurso porque, por Dios, ninguna mujer quiere pasar por un aborto”, insiste el médico.
Díaz va más lejos al asegurar que es fácil para la sociedad señalar el trabajo que realiza en su clínica, pero no se ocupan, por ejemplo, de la educación sexual requerida para evitar que las pacientes lleguen a ella.
“Nadie les habla de sexo ni protección y están activas sexualmente desde bien temprana edad. Este tema sigue siendo el mismo tabú hace cuarenta años y se debe al radicalismo religioso. Yo no es que sea ateo, pero no creo en ese Dios que cree el papa”, insiste Díaz. “Tú no puedes forzar a una persona a que crea en lo que tú crees. Ella tiene que poder decidir”.
Educación y prevención
El profesor Carlos Rodríguez, del Recinto de Ciencias Médicas, coincide en la apuesta por la fórmula educación/prevención. Insta a que se aprovechen las escuelas para hablar de educación sexual.
“Es un espacio fabuloso para llevar un mensaje estructurado y adaptado a las necesidades desde la iniciación sexual, la prevención de enfermedades de transmisión sexual o embarazos, y la constitución familiar. Ese es el plan de país que no tenemos respecto a la política de educación sexual”, señala Rodríguez.
Para el educador, que la mujer sepa que el aborto es un derecho, que puede decidir sobre su cuerpo y su salud, “es el valor añadido más importante que trae Roe vs. Wade”.
La adopción
Ildefonso Rivera Morales es consejero en la clínica IELLA y señala que las primeras preguntas que le realizan las pacientes es si el procedimiento es legal, si quedarán estériles y cuánto les dolerá.
Le cuentan de sus proyecciones de vida y desahogan sus razones para no poder lidiar con un embarazo en esos momentos. “Necesitan apoyo porque es una decisión importante. Les damos un trato digno, humano”, afirma.
Rivera detecta a las que arriban “obligadas”.
“Te das cuenta porque no te miran a los ojos, por el parafraseo memorizado que usan. Si las sacas de él, no te saben contestar”, afirma.
Su prioridad es orientar sobre todas las alternativas: desde adopción hasta terminación. “Hay que ser sensibles y tener empatía”, afirma el consejero.
Justo la adopción es una de las alternativas que ha contado con la bendición del Estado y de la Iglesia.
“Pero todavía lo ven como que van a regalar al hijo”, menciona la trabajadora social de la Casa Cuna San Cristóbal, Sasha Rivera, “y les explico a esas madres que es una entrega voluntaria, una decisión responsable”.
“Con la campaña publicitaria que tiramos el año pasado, hubo un incremento en los casos de entregas voluntarias. Antes era uno o dos al año y el año pasado trabajamos diez de los que se completaron seis. Eso es muchísimo para nosotros”, señaló Rivera.
La edad de las mujeres que cedieron sus hijos recién nacidos a otras familias oscila entre los 32 y los 37 años.
Tres Historias y muchos recuerdos
Parece mentira. Aún en esta historia no han hablado las mujeres sobre lo que hicieron con sus cuerpos. Muchos porqués y bastantes recuerdos marcan sus relatos.
Olga, de 37 años, se ha sometido a tres abortos y parió dos hijos que hoy son jóvenes que ya alcanzaron la mayoría de edad. La suya es una historia marcada por la falta de orientación y por la creencia propia de la juventud de que todo le puede pasar a otro menos a uno.
La primera vez fue a los quince años. Tenía miedo y no quería que nadie lo supiera. Lloró mucho. Su novio estuvo de acuerdo, ella buscó la información y se practicó el aborto. Sus padres no lo supieron.
A los 16 años quedó encinta de nuevo del mismo novio, pero tuvo el bebé. En la cuarentena de ese parto quedó encinta de nuevo y tuvo el segundo. A los 19, de ese novio que les daba apellido a los nenes pero ni atención ni un centavo, nuevamente quedó encinta. Esa vez su mamá la acompañó a abortar.
Una vez más repitió el procedimiento, ya a los 22, con otra pareja. Nunca sintió molestias físicas relacionadas a los abortos. No se protegía porque no pensaba que le sucedería nuevamente y en su familia no se hablaba de ese tema.
“Después que tuve los nenes era más difícil, lloraba mucho. Pero para mí era una irresponsabilidad traer hijos al mundo si no les podía responder y yo me estaba partiendo el lomo sola para levantar esos dos nenes”, dice.
Hace dos años su mentalidad cambió drásticamente. “Ahora pienso ‘si Dios lo puso ahí tienes que asumir tu responsabilidad’ porque es una vida. Sentí total arrepentimiento y me sentí perdonada. Me gustaría ver a mis bebés en el cielo”, revela Olga.
A Karina, hoy de 22 años, su papá la obligó a abortar cuando a los quince años quedó embarazada de su novio de 22 años. Lo ocultaron a la madre de Karina porque no lo hubiera aceptado y lograron que una madrina obtuviera un poder legal para llevarla a la clínica, ya que el padre no se atrevía. La joven estaba muerta del miedo.
“No sé si fueron los nervios pero me puse a mirar la máquina del sonograma y vi al bebé cómo trataba de escaparse de la aspiradora. Algo me halaba por dentro. Todavía conservo la foto del sonograma de ese bebé. Fue bien difícil para mí”, narra Karina.
Al año quedó encinta del mismo novio –quien no quiso que usaran los métodos anticonceptivos que les ofrecieron en la clínica “porque eso era para chillos”- y decidió tener el bebé que hoy tiene cinco años. Hace diez meses tuvo otro bebé con otra pareja.
“Duele. Ahora cuando veo mis dos hijas pienso cómo hubiera sido aquel bebé”, asevera Karina.
Amarilis tiene 27 años y estudia en el exterior su maestría. Siempre usaba pastillas anticonceptivas, pero quedó embarazada de un joven con el que salía a los 22 años.
“Creo que se me olvidó tomarme la pastilla. Cuando lo supe quedé en shock, pero yo no podía parirle un muchacho a esa persona que no era nada responsable. Estaba clara que no era la persona ni era el momento. Fue bien doloroso el procedimiento para mí”, recuerda.
Amarilis, que contó con el apoyo de su mamá, no se ha arrepentido de su decisión. “Yo hubiese preferido nunca estar en esa posición, pero no podía permitir que un accidente cambiara el rumbo de mi vida. No era justo tampoco que tuviera ese padre”, dice sobre el proceso que se realizó a las doce semanas de embarazo y el cual recuerda cada año con cierta melancolía.
A la clínica la acompañó su amiga Anahí, entonces de 21 años. “Ella tomó la decisión con el respeto y la delicadeza que lo requería. Lo lloró, lo sufrió y tuvo su luto. No fue una decisión ligera ni pequeña. Yo la apoyaba en lo que decidiera”, manifiesta Anahí.
Esta pide que exista la posibilidad de escoger. “Rezo por no tener que estar en esa posición tan difícil, pero te digo: yo fui víctima de una violación y si hubiera quedado embarazada no lo hubiera pensado ni un segundo”, dice Anahí sobre el aborto.
Sin querer volvimos al principio. Una mujer debe tomar una decisión.
Roe VS. Wade
Esta fue la decisión histórica de la Corte Suprema estadounidense anulando una interpretación de la ley sobre el aborto en Texas que convirtió el aborto en una práctica legal en Estados Unidos. Tomada el 22 de enero de 1973, la decisión permite que una mujer, con su doctor, puede practicarse un aborto en los primeros trimestres del embarazo sin restricciones legales y, con restricciones, en los próximos trimestres, basado en el derecho a la privacidad. Hasta entonces el aborto no era legal en todos los estados y era limitado por la ley en otros, por lo que quedó uniformada la ley.
El contenido central de Roe v. Wade es que el aborto debe ser permitido a la mujer, por cualquier razón, hasta el momento en que el feto se transforme en “viable” o capaz de vivir fuera del útero materno sin ayuda artificial. La viabilidad se coloca cerca de los siete meses (28 semanas) pero puede ocurrir antes, incluso en las 24 semanas. Después de esta “línea de la viabilidad”, la Corte sostuvo que el aborto debe estar disponible cuando sea necesario para proteger la salud de la mujer.
Fuente: womenshistory.com
CRONOLOGÍA
1970
En busca de un aborto legal, Jane Roe, de 21 años, radica una demanda en contra del Ministerio Público –representado por Henry Wade– en la Corte de Distrito de Dallas, Texas. La corte texana decidió a favor de Roe
13 de diciembre de 1971
Una apelación de la decisión de la Corte de Distrito envió el caso a su primera ronda de presentación de argumentos en la Corte Suprema de Estados Unidos.
11 de octubre de 1972
El caso fue reabierto debido a la llegada tardía de los jueces Powell y Rehnquist al caso.
22 de enero de 1973
La Corte Suprema finalmente decide sobre Roe vs. Wade, 410 U.S. 113, por una mayoría de 7 a 2. La corte determinó que bajo la enmienda 14 la mayoría de las leyes sobre el aborto en Estados Unidos eran inconstitucionales. Específicamente señaló que hasta que el feto esté viable –o sea capaz de vivir fuera del vientre materno, lo que usualmente sucede entre la semana 24 y la 28– una mujer puede practicarse un aborto por cualquier razón.
Fuente: The Chicago Women’s
Born Alive Infant Protection Act 2002
Radicada en el Congreso y firmada por el presidente George W. Bush, ofrece protección legal a un infante que nace vivo luego de que sobrevive un aborto inducido. Protege su vida, ya que la práctica era dejarlo morir. La gestora de esta ley fue la enfermera Jill Stanek.
Relatos extremos
22 Weeks, The Movie
El joven cineasta boricua Ángel Manuel Soto escuchó una historia que despertó su curiosidad lo suficiente como para convertirla en un cortometraje. Una mujer víctima de una violación viajó a Orlando en el 2005, donde se practicó un aborto a las 22 semanas de gestación. Por alguna razón el bebé nació vivo y la mujer inició un desesperado intento por mantenerlo vivo. La odisea la narra en 22 Weeks, The Movie.
“A ella le entró lo que consideró el instinto materno de salvarlo”, dice Soto.
Lo sabe porque conversó con ella quien, en principio, fue esquiva y luego le agradeció que no la presentara “como un monstruo”.
El corto lo presentó en el Capitolio en Washington ante líderes pro elección y pro vida, luego que ambos sectores se atrincheraran en las campañas presidenciales de Barack Obama y John McCain. Todos encontraron aciertos y críticas.
“Lo hice buscando el gris entre los extremos, pero de que hubo gente que cogió pon en contra del aborto sí pasó, en parte por ignorancia mía”, aceptó Soto quien reconoció que uno de los inversionistas del proyecto era activista contra el aborto.
Maternidad imposible
Irene Vilar, escritora y agente literaria puertorriqueña, narra en este libro la “perversión que desarrollé con mi fecundidad”, que la llevó a abortar 15 veces a lo largo de 17 años, según contó al periodista Ismael Cala de la cadena CNN en español.
Vilar, nieta de la líder nacionalista Lolita Lebrón, insta a que el relato se entienda desde el marco de la neurosis.
“Existe el autocastigo y desde ese contexto podemos entender a esa chica de 16 años con pocas herramientas emocionales que va a estudiar a la universidad y comienza una relación con un profesor 35 años mayor que ella”, narra.
Este le vendió la idea de que para permanecer con él y para ser exitosa profesionalmente no podía tener hijos. “Muchas chicas jóvenes hacemos pactos terribles y yo compre ese cuento”, declara.
Se embarazaba para desafiar ese pacto; pasaba de la euforia de tener una relación de amor con su bebé al pánico de que su pareja la rechazara.
“Entre los 16 y los 29 años me embarazo una y otra vez como un acto de rebeldía”, afirma la mujer que hoy tiene un esposo, dos hijas y vive en Estados Unidos.
“Sé que moriré con el peso de estas vidas interrumpidas que fueron parte de mi automutilación”, culmina Vilar.

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