29 de diciembre de 2011

Por el derecho a decidir. Cecilia Olea Mauleón*

 01/12/2010
Tomado de RSMLAC.ORG

Fuente: Cuadernos Mujer Salud 9. Cuerpos autónomos, vidas soberanas. Mujeres y derecho al aborto libre y seguro. Santiago, RSMLAC, 2004.
Por el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y sexualidad
El aborto no es un gusto es el ultimo recurso
Aborto libre y gratuito


Estas fueron algunas de las consignas que acompañaron las plataformas de lucha (Hoy agendas) del movimiento feminista de la década de los 70. Lo privado es político, develó las relaciones de poder al interior del espacio domestico y colocó aspectos de él como parte de la agenda pública y situó al cuerpo como sujeto político.

Afirmar que la construcción de la afectividad alrededor de la maternidad no +era parte de la naturaleza sino que era una construcción cultural y social, remeció los cimientos sobre los cuales descansaba el llamado destino natural de la mujer. Reclamamos el derecho a decidir en el espacio público (participación en la política), igualdad en el espacio productivo (a igual trabajo igual salario), a relaciones igualitarias en el espacio domestico e inscribimos la propiedad sobre nuestros cuerpos, como sinónimo de ejercer la facultad de sentir placer desde nuestros deseos, de decirle a él o a ella que no o que si y cómo.

El cuerpo como territorio propio fue una de las grandes subversiones, ya no eran los otros los que decidían el cuando, como y por qué, nosotras nos dimos la facultad de negociar desde nuestros afectos, sentimientos y deseos. Significó afirmar que ejercemos nuestra sexualidad y que sexualidad y maternidad son dos deseos que no necesariamente se encuentran, cuestionando el mandato del patriarcado: la mujer como propiedad y la maternidad como destino, y de muchas de las religiones: la sexualidad para la reproducción.

La maternidad no es un destino inevitable sino una decisión. Es por ello que el feminismo exigió y exige el derecho a interrumpir un embarazo en condiciones seguras, con adecuada atención sanitaria, acompañamiento psicológico y sin poner en riesgo la libertad individual ni el ejercicio profesional. No es que a las feministas de pronto se nos ha ocurrido levantar una lucha contra la maternidad, muy por el contrario defendemos el aborto seguro y legal como derecho porque defendemos el derecho a la maternidad segura y deseada. La prohibición del aborto, su penalización lleva a que este se realice en condiciones de clandestinidad poniendo en riesgo la vida de la mujer. Permite que las mujeres que tienen posibilidad de pagar un aborto seguro no corran riesgos y quienes no cuentan con las condiciones económicas de pagarlo tengan que recurrir a métodos que ponen en riesgo su vida y su seguridad. En otras palabras, es una política que claramente castiga a las mujeres pobres y que culpabiliza a todas las mujeres y hombres que intervienen en este proceso.

El derecho al aborto seguro contiene otra serie de aspectos fundamentales del ejercicio de la sexualidad. El derecho a la salud y, por lo tanto, a la atención de calidad, segura y oportuna. El derecho a la información sobre nuestro cuerpo, métodos anticonceptivos, sexo seguro. El derecho a decidir cuando ser madres, o a no serlo. Pero sobre todo, el derecho a ejercer la sexualidad separada de la reproducción.

Como coreaban las feministas mexicanas “el aborto no es un gusto, es el ultimo recurso” y “métodos anticonceptivos para no abortar y aborto seguro para no morir”. Reclamamos políticas públicas que garanticen la decisión sobre la reproducción y que reconozcan que la sexualidad y la reproducción no caminan de la mano.

A diferencia de hace treinta años, cuando los establecimientos de salud no proveían métodos anticonceptivos, hoy en nuestra región hay una cobertura de métodos. Entonces, ¿nos preguntamos por qué ocurren embarazos no deseados? Ausencia de políticas públicas de educación, salud, justicia en sexualidad. Falla en los métodos anticonceptivos. Obstáculos para el acceso a los métodos. Pero también es el resultado de no asumir que la sexualidad, y la afectividad que la acompaña, son parte constitutiva de nuestra vida. No son situaciones que se planifican. Tenemos que hacernos cargo de nuestra sexualidad, aceptarla, protegerla, y ejercerla como una dimensión constitutiva de nuestra identidad y no solo como el resultado de un largo o fugaz enamoramiento, promesa de matrimonio y divorcio consensuado.

El ejercicio de la sexualidad no es un campo para lo normativo, sino un campo para ejercerla de forma segura, libre. Se trata de construir las garantías legales, sociales, afectivas y culturales que nos permitan un ejercicio enriquecedor de la sexualidad.

Estrategias para lograr el derecho al aborto seguro

El derecho al aborto acompañó las plataformas de lucha del feminismo en los años 70 y parte de los 80. Posteriormente las luchas por el derecho a la salud, a la información, a la ciudadanía, desdibujaron esta demanda. Durante el V Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe, en Argentina, se decide instituir una campaña por el derecho a acceder a abortos seguros y legales.

Las estrategias que se han utilizado han sido múltiples. Haber logrado como consenso internacional que el aborto sea considerado como un problema de salud pública refleja uno de los avances. Así mismo, en algunos de nuestros países se ha despenalizado el aborto por causal, ya sea por violación, por poner en peligro la vida de la madre o por malformaciones del feto.

Más que hacer un recorrido por las estrategias quisiera plantear algunas interrogantes desde lo recorrido.

Los avances de la ciencia han permitido que desde hace 40 años contemos con métodos anticonceptivos seguros pudiendo ejercer la sexualidad sin riesgo de reproducción. Pero también el misterio que se escondía en el útero materno fue develado con la ecografía. Las imágenes que muestran las ecografías y que son una de las mejores herramientas con los que cuentan los grupos antiaborto, tienen un impacto muy fuerte en las mentalidades. Se equipara al embrión con un ser humano y se considera a la mujer como un medio en el cual se aloja ese ser humano.

A la base de este imaginario está la concepción que decidir procrear es un mandato divino, que óvulo y espermatozoide al convertirse en un embrión, este prácticamente adquiere el carnet de identidad. Las personas, en este caso particularmente las mujeres, somos consideradas solo como instrumentos del mandato divino sin ninguna facultad para decidir.

Los debates sobre cuando comienza la vida nos han colocado en una trampa porque desde el punto de vista biológico en innegable que un espermatozoide y un óvulo tienen vida. La gran diferencia es cuando existe un ser humano.

¿Qué se esconde detrás de elevar al embrión a ser humano? Que la procreación es un mandato divino y no un acto humano. Pero también se esconde el culto a una supuesta inocencia humana como sinónimo de pureza que el ser humano conforme crece la pierde pero que siempre la añora. En otras palabras, se esconde una añoranza a la irresponsabilidad y un deseo de no hacernos cargo de nuestras decisiones, de aceptar que las decisiones son mandato divino.

Esta dimensión nos desafía a colocar el debate en otro campo, es decir, en el campo que la mujer no es un simple medio para la procreación sino que la procreación es un acto humano. Que el feto es un feto y no un ser humano. Por lo tanto, estamos hablando del derecho de la mujer a decidir.

Quien sostiene el mandato divino de la procreación en nuestra región es la Iglesia Católica. El laicismo como propuesta política es uno de los grandes desafíos que se nos presenta, adquiere una gran complejidad al vivir en países con crisis de institucionalidad donde la Iglesia Católica aparece como la única institución confiable, y además una región donde la Teología de la Liberación ha dotado a la iglesia de una identidad común con quienes tienen mayores obstáculos para ejercer sus derechos. ¿Es la Iglesia Católica parte de la sociedad civil? ¿Tiene derecho como iglesia a intervenir y opinar sobre problemas políticos? ¿Como construir un laicismo sólido?

Dentro del movimiento feminista muchas veces nos hemos enredado en grandes discusiones aparentemente de principios entre legalización del aborto y despenalización del aborto. Creo que es un falso dilema en la medida que desgasta nuestras energías en cómo demandar el derecho y no en cómo colocar el derecho como parte de la agenda pública. El desafío que tenemos como movimiento es construir canales institucionalizados de debate que expresen nuestros matices pero que no paralicen la acción pública. Mientras nosotras debatimos si es libre, gratuito o aborto por causal, el mundo público consolida un imaginario en el cual la causa del aborto aparece como la expresión de la perversión y maldad de las mujeres y no como el último recurso ante un embarazo no deseado.

Algunas de las tensiones

La prohibición del aborto castiga doblemente a las mujeres que no tienen acceso a recursos económicos, institucionales y afectivos. Son ellas las que lo realizan en condiciones de clandestinidad e inseguridad para sus vidas. Las mujeres pagamos un precio muy alto por el disciplinamiento coercitivo de la sexualidad que se expresa en débiles políticas sobre métodos anticonceptivos, en sanciones morales a nuestra conducta y en la muerte por intervenciones hechas condiciones de riesgo.

En sociedades que discriminan a la mujer, muchos de los embarazos no deseados son consecuencia de situaciones de violencia, de violaciones e incestos. La negación del aborto viola los derechos de las mujeres a la libertad, la autodeterminación y la integridad física.

Muchos sostienen que el aborto pone en conflicto los intereses del feto y los de la mujer. Esta afirmación equivale a equiparar los derechos de un ser humano con los de un posible ser humano. Como sostiene Mary Anne Waren “Como organismo vivo aunque no sensible, el feto del primer trimestre no es todavía un ser con interés en seguir vivo. Al igual que óvulo sin fecundar, puede tener el potencial de convertirse en un ser sensible. Pero esto significa solo que tiene el potencial de convertirse en un ser interesado en seguir vivo, y no que ya tenga tal interés…en la práctica es imposible conceder derechos morales iguales a los fetos sin negar los mismos derechos a las mujeres”. Este dilema se mueve equiparando los derechos, la sensibilidad, el raciocinio de ser ya formado versus la potencialidad de un posible otro. Las mujeres que quedan embarazadas son ya personas a diferencia de los fetos.

Debemos develar la doble moral que se esconde detrás de las leyes que penalizan el aborto, la complicidad con la muerte de mujeres como consecuencias de abortos clandestinos e inseguros. La exclusión de mujeres sin recursos económicos e institucionales para acceder a abortos seguros y, por lo tanto, la sentencia a las mujeres pobres de poner en riesgo su vida o de tener hijos no deseados.

Hay que hacer un recorrido por nuestros sentimientos porque muchas veces expresan de forma abierta o velada una dificultad para tratar el tema en el espacio público. Tenemos que generar información con impacto en la opinión pública y crear debate a través de la generación de conocimiento confiable. La labor de persuasión y convencimiento a los decisores de políticas tiene que ir acompañada con la creación de un movimiento que sostenga esta propuesta ciudadana.

No debemos mediante el silencio convertirnos en cómplices de la muerte de miles de mujeres.

* La autora, feminista peruana, tuvo a su cargo la Coordinación Regional de la Campaña 28 de septiembre por la despenalización del aborto en América Latina y el Caribe. Integra el Centro de la Mujer Peruana “Flora Tristán”.

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